La vida familiar en el solar maya

En el pueblo, en el campo, se puede llevar una vida muy plena, digna y en armonía con la naturaleza. Podemos sembrar nuestros alimentos, cuidar nuestros animales y producir nuestras propias medicinas naturales. Tenemos que cambiar la creencia de que en el campo la gente solo puede vivir en la pobreza y que los jóvenes se tienen que ir a otro lugar a buscar oportunidades.

Creo que si sabemos manejar nuestro terreno, si recuperamos los conocimientos ancestrales podemos producir todo lo que necesitamos y vivir muy dignamente, explica Lidia Mo Pol, habitante de la comunidad de Kancabchén, en el municipio de José María Morelos, Quintana Roo, quien junto con su pareja, Pedro Camal, se han esforzado en generar diversos esfuerzos productivos como el establecimiento de huertas de cítricos,  el cultivo de la milpa tradicional, la crianza de gallinas y la producción de miel de abeja melipona. Con todas estas actividades, en las que participa toda la familia generan ingresos suficientes y alimentos de calidad para vivir dignamente en su territorio, en su comunidad, cerca de sus familiares y amigos.

Lidia refiere que le “gusta mucho vivir aquí, porque es muy tranquilo, los niños aún pueden salir a las calles y al monte a jugar y a disfrutar de la naturaleza. Aquí en la comunidad tenemos mayor control de nuestro tiempo, trabajamos junto con nuestra familia y nuestros vecinos”.

Si bien, “hay épocas en las que el trabajo es más duro, como las temporadas de siembra y cosecha, también hay tiempo para sentarnos a platicar con otras compañeras, para dar una vuelta por el monte o para tomar el fresco de la tarde”, explica Lidia.

En el terreno en el que viven Lidia y su familia se han esforzado por convertirlo en un tradicional solar maya. Es decir, un espacio en el que además de su hogar, destinan espacio para producir hortalizas tanto a ras del suelo como en el Ka ‘anché: una plancha elevada en la que se pueden sembrar distintas plantas medicinales y hortalizas, como los han hecho las comunidades mayas desde hace siglos; añade que “también tenemos árboles frutales; tenemos nuestras gallinas, pavos y patos; además construimos nuestro apiario para la crianza de abejas meliponas”.

Explica que decidieron hacer esto para rescatar los conocimientos ancestrales de sus familias, de la cultura maya, para también inculcárselos a sus hijos e incentivar a que otras familias vecinas también recuperen estos sistemas productivos, para que reconozcan el valor de su tierra y las múltiples oportunidades que les da para su propio sustento.

Comunidad limonera

Pedro Camal, compañero de Lidia y agrónomo de profesión, plantea que vivir en el campo es muy placentero y sí hay oportunidades para poder vivir dignamente, pero se requiere de mucho compromiso y trabajo.

En la comunidad de Kancabchén, que tiene una gran tradición agrícola, especialmente de producción de cítricos como el limón y la naranja, siempre hay oportunidad de trabajar en la cosecha de estos cultivos, y se pagan los jornales mejores que en otras comunidades. Sin embargo, no es muy atractivo para muchos jóvenes, que prefieren ir a las ciudades a buscar otros empleos, “a veces piensan que les irá mejor allá, pero luego de un tiempo prefieren regresar a la comunidad porque la vida en las ciudades también es muy complicada, les ofrecen salarios bajos, los gastos son elevados y cada vez hay más inseguridad”, refiere.

Conciencia por las abejas

Además de haber estudiado agronomía, Pedro intenta recuperar todas las enseñanzas de sus padres y abuelos para emplearlos en el campo. En sus parcelas predominan los árboles de limón, que tiene un gran mercado a nivel nacional e internacional. Además, siembra yuca, jícama, naranja y otros cultivos. Es consciente de que el uso de agroquímicos y pesticidas puede incrementar la productividad de sus cultivos, pero que es muy nocivo para el suelo y los polinizadores, como las abejas.

Además de productores agrícolas, la familia de Pedro práctica la apicultura, como muchas otras familias de la comunidad, por eso intenta utilizar la menor cantidad posible de agroquímicos, pero muchos otros agricultores no reparan en el uso indiscriminado de esos productos tóxicos, aunque maten a sus propias abejas.

Desafortunadamente, explican Lidia y Pedro que ya ha habido muerte de muchas abejas, el suelo se está deteriorando y también se han presentado enfermedades en algunos productores por la alta exposición a los agroquímicos y aun así los productores siguen privilegiando la rentabilidad de sus cultivos en vez de buscar opciones menos nocivas para su salud, la fauna y el suelo.

Alimentos saludables

En la familia de Lidia y Pedro son muy conscientes de que la tierra es un bien muy preciado, que además de darles de comer, es su hogar, el espacio en el que ven crecer a sus hijas e hijo. Este territorio es un legado de sus padres que, junto con sus enseñanzas, hoy les permite vivir dignamente.

Erika Camal Mo, la hija mayor de Lidia y Pedro, ya está estudiando gastronomía. Para ella también es un orgullo ser de Kancabchén, haber crecido en el campo y saber cómo preparar la tierra para sembrar, cómo cuidar los cultivos y cómo cosechar; también sabe manejar las abejas para producir miel y cómo cuidar a las gallinas para que den más huevo, todo lo aprendió con sus padres.

Ahora que estudia gastronomía, sabe que la alimentación y la calidad de los alimentos es fundamental para una vida saludable, que los productos que su familia produce son de la mejor calidad, que tiene cualidades especiales de sabor, aroma y nutrientes que los diferencian de otros producidos industrialmente.

En la familia han comprobado que una vida saludable con una alimentación sana evita las enfermedades. Cuando algún integrante de la familia se enferma de alguna gripa o resfriado, basta con unas cucharadas de miel de abeja melipona, producida en su patio, para recuperase en unos cuantos días. Lidia presume que sus dos hijos más pequeños no han tomado nunca medicamentos de laboratorio, que con remedios naturales como la miel que ellos mismos producen se han mantenido sanos.

La diversidad de actividades productivas que realiza la familia les permite generar ingresos suficientes para vivir dignamente en su comunidad. Tanto Pedro como Lidia se han preparado académicamente en agronomía y administración y junto con la enseñanza de sus padres sobre como trabajar el campo han logrado construir su solar maya, donde practican las técnicas heredadas de sus ancestros y donde sus hijos están aprendiendo junto con ellos.

Lidia resalta que “no queremos que todo esto que hacemos se pierda, esta es parte de nuestra identidad. Nosotros estamos orgullosos de ser mayas y queremos dejar este legado a nuestros hijos. Estudiar y prepararse no está pelado con el conocimiento tradicional y la cultura maya, al contrario, se complementa para poder vivir mejor”.