Generalmente, una de las principales preocupaciones de las familias en las comunidades rurales es la generación de ingresos por la escasez de fuentes de empleo. Esta falta de oportunidades orilla a muchas personas, sobre todo a jóvenes que carecen de derechos agrarios formales, a tomar la decisión de emigrar a centros urbanos en busca de fuentes de empleo.
En las comunidades de Quintana Roo, particularmente en el municipio de José María Morelos, las personas toman la decisión de ir a buscar oportunidades económicas en las zonas hoteleras de playa del Carmen, Tulum o Cancún. Desafortunadamente, los empleos en estos lugares son precarios, los salarios son bajos y apenas alcanzan para cubrir los gastos de vivir en esas localidades para poder trabajar. En el pago de la renta, el transporte y alimentación se va la gran parte de los salarios de los trabajadores y el escaso remanente lo envían a sus familias en la comunidad.
Salir de la comunidad, muchas veces no es el deseo de las personas, sino una necesidad para buscar oportunidades a costa de alejarse de sus familias y amistades. Es un sacrificio que no harían si no tuvieran esa necesidad, explica Lidia Mo Pol, habitante de la comunidad de Kancabchén e integrante de la cooperativa Pollita feliz.
El colectivo Pollita Feliz está integrado por 11 mujeres de la comunidad de Kancabchén, municipio de José María Morelos, Quintana Roo, que se dedican a la producción y comercialización de huevo orgánico. Este emprendimiento inició en 2020 a través de una convocatoria de una organización para mujeres que quisieran capacitarse para aprender a manejar gallinas para la producción de huevo. Muchas mujeres lo vieron como una buena oportunidad para generar ingresos, sin embargo, algunas se desilusionaron porque implicó acudir a muchas capacitaciones y realizar trabajaos adicionales a todas las responsabilidades que ya tienen las mujeres en sus casas.
Suemy Areli Ku Cimé, presidenta del colectivo Pollita feliz, detalla que su proyecto de producción de huevo en Kancabchén inició con 13 mujeres que se inscribieron a la convocatoria, pero dos compañeras decidieron abandonar la iniciativa por falta de tiempo. El primer año fue el más difícil, señala, “porque teníamos que acudir a muchas reuniones, a capacitaciones y teníamos que hacer varias actividades”.
Detalla que para las mujeres no es sencillo decidirse a entrar a un nuevo proyecto, “porque ya tenemos muchas ocupaciones, como el cuidado de los hijos, atender nuestros hogares y otras ocupaciones. Aunque también hay muchas que tienen la ilusión de poder participar en proyectos como este de Pollita feliz, para aprender nuevas cosas, tener su propio dinero y vivir con menos presión económica”.
Organización y decisiones colectivas
Aunque la convocatoria de la organización que ofreció la capacitación para la producción de huevo en 2020 consistía en recibir 50 gallinas para alimentarlas por un tiempo y luego pasarlas a otra beneficiaria, el colectivo Pollita feliz acordó con la organización cambiar el enfoque del programa y que esta oportunidad sirviera no solo para aprender a manejar gallinas para la producción de huevo, sino para desarrollar un emprendimiento productivo comunitario y colectivo.
Lidia Mo, actual administradora del colectivo de mujeres Pollita feliz, explica que decidieron organizarse para acopiar el huevo que producían todas las integrantes del colectivo y así poder comercializarlo a un mejor precio. “Desde que nos juntamos, acordamos que las decisiones las tomaríamos en asamblea y que todos los temas del colectivo se hablarían en asamblea”.
Así fue como colectivamente decidieron el nombre de Pollita feliz para su emprendimiento, asimismo designan los cargos al interior del colectivo y también en asamblea deliberan sobre el ingreso de nuevas compañeras al colectivo.
Para las integrantes de Pollita feliz poder comercializar los huevos que producen en sus huertos en localidades como Bacalar es un gran logro. “Sabemos que estamos vendiendo un producto de gran calidad, certificado como orgánico, que lleva todo nuestro trabajo y cuidado y que es sano para las personas, que pueden tener plena confianza en que no les hará daño y que les aportará muchos nutrientes”, resalta Suemy Ku.
Añade que poder comercializar la producción de todas las compañeras ha sido un gran reto y, por lo tanto, un logro para presumir, porque todas han enfrentado distintos obstáculos, como la incredulidad de sus familias cuando iniciaron en el proyecto, las críticas de sus parejas y otras personas que no creían en su iniciativa y les decían que eso era una pérdida de tiempo y que mejor se regresaran a atender a sus hijos.
“Pero les hemos demostrado que sí podemos, que hemos aprendido y seguimos aprendiendo”, comparte Suemy. Detalla que “todas sabemos cómo cuidar a nuestras gallinas, sabemos preparar y medir el alimento, sabemos mantenerlas sanas y administrarles medicamentos naturales cuando lo requieren. Sabemos acopiar el huevo, seleccionarlo y sabemos irlo a vender a los distintos puntos que nos compran en Bacalar”.
Esto de la producción de huevo no es un trabajo sencillo. Al principio a todas nos costó porque todo era nuevo para nosotras, pero ahora ya lo hacemos de forma automática, ya no se hace tan pesado y ya tenemos el apoyo de los hijos y nuestros esposos, resalta Suemy.
El colectivo Pollita feliz está integrado por mujeres de distintas edades. Aquí convivimos mujeres jóvenes y más adultas. De mi familia, participo yo, mi hermana y mi mamá, refiere Suemy Arely Ku. La participación de personas de distintas generaciones ha enriquecido el trabajo y los enfoques para la solución de problemáticas del proyecto.
Los conocimientos técnicos, junto con el conocimiento tradicional y empírico de las mujeres que conforman el colectivo, así como su compromiso y transparencia han sido los pilares para que este emprendimiento comunitario haya logrado un buen nivel de consolidación.
Lidia Mo Pol, subraya que “con hechos hemos demostrado que sí valía la pena destinarle tiempo y trabajo a este proyecto, que además de ser un reto personal, nos permite compartir el conocimiento con nuestras familias, podemos aprovechar nuestro terreno para criar a nuestras gallinas, aprovechamos algunas plantas como alimento para las aves y así podemos complementar la economía familiar son tener que salir a buscar opciones de empleo en la ciudad”.
Retos y próximos pasos
Además de aprender a criar y manejar sus gallinas con procedimientos orgánicos, el colectivo Pollita feliz enfrentó un reto mayúsculo: encontrar un mercado para comercializar su producción de huevo orgánico. Este mercado tenía que reconocer y valorar la calidad y el distintivo de orgánico de su producto para hacer más rentable el emprendimiento.
La administradora de Pollita feliz relata que “al principio no sabíamos en donde vender los huevos, los empezamos a ofrecer en la cabecera municipal de José María Morelos y los vendíamos también con algunos conocidos, pero no teníamos en dónde colocar toda la producción”.
Con el acompañamiento de la Plataforma de Cooperación Comercial (PLACCO) impulsada por el CCMSS las integrantes de Pollita Feliz se reunieron con dueños de comercios y restaurantes de bacalar para ofrecer su producto, de ahí surgieron varios clientes que actualmente consumen prácticamente toda la producción del colectivo.
Hasta eso tuvimos que aprender, cuenta Suemy, a relacionarnos con oras personas para negociar la venta de nuestros huevos. Afortunadamente, muchos de nuestros clientes supieron reconocer nuestro esfuerzo y la calidad del producto. En contra parte, nosotras respondemos a esa confianza con entregas puntuales y con la mayor calidad de producto posible, aunque no contemos con un vehículo propio del colectivo para hacer las entregas, siempre vemos cómo le hacemos, pero cumplimos.
Suemy Areli plantea que “es una ventaja de trabajar como colectivo que entre todas nos echamos la mano, si una no puede ir a entregar otra compañera la cubre; si alguna necesitar algún apoyo, las demás compañeras la apoyamos. Por eso es importante también que todas sepamos realizar todas las funciones del colectivo”.
Puntualiza que, aunque ya tienen un pequeño nicho de mercado, el deseo del colectivo Pollita feliz es incrementar su capacidad de producción y poder vender en otros mercados de especialidad como en Playa del Carmen, Quintana Roo.
Para incrementar la capacidad de producción es necesario que las socias del colectivo puedan tener más gallinas y que otras compañeras puedan sumarse al colectivo, aunque eso toma tiempo porque implica inversión económica, capacitación y tiempo. Comparte que “la vida en la comunidad, en Kancabchén, me gusta mucho y creo que también a la mayoría de las compañeras del grupo, porque es más tranquila, uno está con la familia y ya nos conocemos, en cambio en la ciudad todo es más ajetreado, la gente no se conoce, hay malos tratos y no siempre se puede encontrar trabajo. Además, allá todo es más caro, por eso le estamos poniendo mucho empeño a este proyecto, creemos que sí se puede salir adelante en la comunidad, pero también es muy importante el apoyo de la familia, de la capacitación y acompañamiento. Espero que el proyecto siga creciendo y que más mujeres se animen a desarrollar sus proyectos para sacar adelante a sus familias”.